Mezquita de la Meca, Hajj #Ramadan2013

martes, 9 de julio de 2013

Palabras de Eduardo #Galeano: Dios

Sì, yo creo bien importante el desarrollo de la teología de la liberación en estos últimos años en América Latina. Bien importante sobre todo en países donde la religión católica tiene un peso firme un peso bien grande, como por ejemplo Nicaragua, quizás también Ecuador, Brasil.
Importa un poco menos en el Uruguay o en Cuba, porque son países con menor proporción de creyentes o por lo menos de creyentes en eso. Pero sí que es bien importante que de algún modo reencuentra una tradición muy honda y que existe, te diría que desde siempre.
Los primeros teólogos de la liberación, yo pienso que llegarían a nuestras tierras aunque no sabían que lo eran, al mismo tiempo que llevaban la otra cruz, la que acompaña a la espada para bendecir sus crímenes, es algo así como la lucha de clases dentro de la iglesia o como la iglesia reproduciendo en su seno las contradicciones de la sociedad donde actúa.

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Porque aquí también vinieron hombres como Bartolomé de las Casas que llegó para hacerse rico y terminó viviendo al servicio de los pobres o como Bernardino de Sagunte, que fue el primer antropólogo de América y el primero que rescató la memoria de los vencidos y que los amó y se identificó con ellos.
O curas como Vasco de Quiroga que vinieron a devolverle a América la utopía que había salido de aquí.

Fueron marineros de Américo Bespucio los que contaron las historias que Tomás Moro recogió y sirvieron de base a su famosa obra.

Entonces Vasco de Quiroga llegó a Michoacán y en Michoacán consiguió un espacio propio... ajeno a la capacidad colonial que era un espacio de conservación de lo mejor de América, de las comunidades, del modo comunitario de ser y esta vieja manía americana de trabajar juntos, de vivir juntos de comer juntos de soñar juntos.
Y tan bien lo hizo, tan a fondo lo hizo Vasco de Quiroga, el Tata Vasco en el siglo XVI, que todavía en Michoacán los indios hablan de él como si estuviese vivo, el Tata Vasco como si anduviera por ahí caminando por los caminos de ahora. Esa era otra iglesia que también vino a América... verdad...

Al mismo tiempo que venía la iglesia de los bandidos, la iglesia del poder, la iglesia que venía actuando en nombre de un Dios que era algo así como un jefe universal de policía y un Dios del miedo y que tanto daño hizo.

Pero estaba el otro Dios, yo creo que si existe, que en verdad era un Dios enamorado de la condición humana y que también vino aquí, verdad, para entenderse quizás con los dioses de antes, el sol, la lluvia, los dioses del amor. En el fondo eran todos los dioses del amor y él también.

Aunque el Dios de los Cristianos fue el Dios que me formó, tuve una infancia católica, como supongo todos ustedes.
El único de los Dioses que nunca ha hecho el amor, y eso a mí, cuando deje de creer en él, que no estoy muy seguro de que deje de creer en él. Pero en fin, como que empiezo a darme cuenta, pero particularmente yo creo que cuando uno prueba por primera vez la manzana... tenía como pena de él, porque casi todos los dioses de casi todas las religiones hacen el amor o por lo menos lo han hecho.

Y a éste, tan solo, lo vi rodeado de angelitos que no lo entienden. Me da pena pues. Yo pienso sin embargo que un Dios que nunca hizo el amor es un dios incapaz de abrazar.
Y este que es un Dios de la dulzura y un Dios de la ternura un dios muy acompañante y que es un Dios que trajeron aquellos primeros curas que no sabían que eran teólogos de la liberación y que estaban en esa corriente, que por supuesto es una corriente que rescata lo mejor del cristianismo que es la presencia de Cristo en el mundo desde los pobres, junto a los pobres.
La presencia redentora de Cristo redentor, de un lado, y de otro, en los mercaderes del templo que no están fuera de la iglesia sino dentro y que se dan la gran vida, que en el fondo sueñan en clavar en la cruz bien pero bien clavadito a cuanto "pescador" anda por nuestras costas irradiando mensajes contra el imperio. Yo creo que en el fondo bien que les gustaría clavarlos bien clavaditos.