La caridad es un
importante componente del Ramadán, y se cree que quienes donan a los menos
afortunados en este mes reciben bendiciones especiales
JERUSALEN. –Cuando el
sol del ocaso hace brillar al domo dorado de la mezquita Al Aqsa de Jerusalén,
el llamado a la oración durante el mes sagrado del ramadán resuena con un
mensaje especial para las almas y los cuerpos de los fieles.
La melodía antigua en
árabe de "Dios es grande, vengan a rezar", emite un nuevo trasfondo:
"Dios es grande, vengan a comer".

"La mayor parte del
tiempo, la gente se mima demasiado con la comida, el sexo y el consumismo, y se
olvida de otras partes de la vida. El ramadán equilibra las necesidades
materiales y espirituales. Nos enseña disciplina, paciencia y gratitud por
todos los regalos de Dios", dijo el jeque Bkirat, un imán –o líder de las
oraciones– en el tercer templo más agrado del islam.
El ramadán, el noveno
mes del calendario islámico, conmemora las revelaciones de las Escrituras
recibidas por Muhammed y codificadas en el libro santo musulmán, el Corán.
Debido a que el calendario islámico está basado en el ciclo lunar, el ramadán
cae en días diferentes cada año. Este año en el Medio Oriente, los países
alrededor del Mediterráneo empezaron el ramadán el 26 de octubre, mientras que
los que están en torno al golfo Pérsico, el 27 del mismo mes. Termina con el
día de fiesta de Eid Al Fitr.
Durante el mes, el ritmo
de la vida cambia en el Medio Oriente. Por lo general, los trabajadores
gubernamentales de toda la región se permiten unas vacaciones largamente
esperadas. Con la excepción de los lugares donde hay poblaciones cristianas
significativas, como Jerusalén y Beirut, la capital libanesa, los restaurantes
cierran durante el día para no tentar a la fuerza de voluntad.
En su mayor parte, las
escuelas permanecen abiertas. Los negocios privados como las tiendas de
abarrotes y de regalos atienden en forma rápida y eficiente, gracias a las
comilonas llamadas iftaar que rompen el ayuno diario tan pronto como la última
luz abandona el cielo. En Jerusalén, esto sucede alrededor de las 5:10 de la
tarde.
Por los senderos
serpenteantes de la amurallada ciudad vieja de Jerusalén, y a lo largo de la
calle Salahuddin, la principal área comercial para los palestinos, los días del
ramadán tienen un aire ajetreado y festivo similar a las agitadas compras de
último momento el día de Noche Buena.
Para media mañana, las
calles se encuentran llenas de personas que compran verduras y carne, así como
dulces especialmente confeccionados. Conforme las primeras sombras invernales
se alargan, las multitudes disminuyen cuando las esposas y madres van a sus
casas a empezar a cocinar.
Para las 4:00 de la
tarde, bajan las cortinas de las tiendas y las calles están congestionadas por
los autobuses y coches, cuando la gente corre para llegar al lugar donde planea
tomar su primer vaso de agua y su primera probada de alimento, ya sea en la
propia casa o en la de un pariente o en la mezquita Al Aqsa, que diario recibe
a entre 30 mil y 150 mil creyentes.
En Al Aqsa, al igual que
en la mayoría de los centros islámicos de todo el mundo, se organizan las
iftaar para aquellas familias demasiado pobres como para darse el lujo de
preparar mucha comida cada noche.
El ramadán pone un
énfasis especial en la comunidad. "Sufrimos juntos en el día al ayunar, y
juntos celebramos cada noche comiendo", dijo el jeque Bkirat, quien ha
estado a cargo de los preparativos de la iftaar en la mezquita durante los
últimos 18 años.
La caridad es un
importante componente del ramadán, y se cree que quienes donan a los menos
afortunados en este mes reciben bendiciones especiales. A diferencia de años
anteriores, la mayor parte de las donaciones para la iftaar en Al Aqsa han
llegado del extranjero, específicamente de la familia gobernante de los
Emiratos Arabes Unidos, que aportó 1.2 millón de dólares para el ramadán.
Cada mezquita, ya sea
que esté en Marruecos, Malasia o Manhattan, sigue el mismo ritual, las
tradiciones en las que participó el propio Muhammed.
El primer alimento y la
primera bebida del día –dátiles, agua– son distribuidos cuando el almuecín
inicia el llamado vespertino a la oración, cantado en el momento en el que la
luz se pierde en el horizonte. Los dátiles son una fuente de la que rápidamente
se obtiene la energía necesaria para revitalizar la mente y preparar el cuerpo
para la iftaar más pesada, que se come después de este servicio de oración.
La iftaar en sí misma es
un asunto rápido, con la cual los cuerpos hambrientos se llenan de carne, arroz
y líquidos que les fueron negados durante el día. Después de comer, se pasa el
tiempo socializando. En una noche reciente en Al Aqsa, familias saciadas, con
sonrisas en el rostro, se ponían al corriente de los chismes con los vecinos,
mientras los niños comían dulces y jugaban a la roña con los primos y amigos.
El ritmo pausado llega a
su fin cerca de dos horas después. Durante el ramadán, el programa regular de
oraciones de cinco veces al día tiene otro servicio más denominado tarawiye,
durante el cual se leen partes consecutivas de el Corán.
Para el día 27 del
ramadán, la congregación habrá escuchado el Corán completo, y el momento de la
oración se convierte en un momento para más festejos y para la celebración de
Eid Al Fitr, el primer día del décimo mes.
Fuente:
The New York Times News Service