Mezquita de la Meca, Hajj #Ramadan2013

martes, 31 de julio de 2012

Rodolfo Walsh en Palestina I - Rodolfo Walsh en Palestine I

Parte 1 del fragmento del libro "La Revolución Palestina"
Trabajo publicado en el diario "Noticias", en junio de 1974.

LLEGAN LOS AMERICANOS

En 1942 el centro de gravedad del sionismo se había desplazado de Gran Bretaña a los Estados Unidos. El 11 de mayo de ese año la Organización Sionista Americana publicó un manifiesto que luego fue conocido como el Programa de Baltimore. Planteaba cuatro exigencias: el fin del Mandato, el reconocimiento de Palestina como Estado soberano judío, la creación de un ejército judío, la formación de un gobierno judío.
En Jerusalén, la Agencia Judía adoptó el Programa de Baltimore como política oficial del sionismo y se desligó del Mandato. Gran Bretaña había cumplido su ciclo. Iba a librar aún acciones de retaguardia, condenadas de antemano, pero dejaría en Medio Oriente –como en la India, como en Irlanda– la semilla de un conflicto inagotable.
Los norteamericanos tomaron el relevo de los ingleses y no lo abandonaron hasta hoy.
Cuando en 1945 se desmoronó el nazismo y se abrieron las puertas de los campos de concentración –las cámaras de gas, los patéticos restos de una infinita carnicería–, un sentimiento de horror sacudió a Europa.
Los europeos tienen una singular capacidad para proyectar los propios demonios a lejanos escenarios. Muchos franceses creen que las atrocidades de Hitler son distintas de sus propios crímenes en Indochina y Argelia: ingleses que no han oído de Kenya se asustan de las persecuciones de Stalin, y algunos italianos están convencidos de que el fascismo nació en la Argentina.
De acuerdo con este esquema, el exterminio de los judíos iba a ser purgado no en el lugar donde ocurrió, sino en Medio Oriente: no por quienes lo ejecutaron o lo permitieron sino por gente que no tenía nada que ver.
El proyecto de un Estado Judío en Palestina se convirtió así en clamor mundial y los dirigentes sionistas lo explotaron serenamente. Los 225.000 sobrevivientes de los campos de concentración fueron canalizados a Palestina aumentando una población que ya al fin de la guerra ascendía al 32%.

Entretanto se preparaba la guerra. No se había disipado el humo sobre las ruinas de Berlín ni se había desenterrado el espanto total de Auschwitz cuando David Ben Gurion, futura cabeza del Estado de Israel, negociaba en Estados Unidos la compra de armamento pesado y la reorganización de la Haganah por militares norteamericanos.

NACE UNA NACIÓN

Una fulgurante campaña de terror contra los ingleses precipitó el epílogo. En febrero de 1947 Gran Bretaña anunció que, en esas condiciones, no estaba dispuesta a seguir gobernando Palestina, y devolvió a las Naciones Unidas el Mandato que le había entregado la Liga de las Naciones.
La Asamblea de la UN discutió siete meses el tema y finalmente elaboró una solución "salomónica". Palestina sería dividida en dos Estados: uno judío, otro árabe.
En ese momento había en Palestina 1.200.000 árabes y 600.000 judíos. Los palestinos poseían el 94% de la tierra y los judíos el 6%.
El Plan de Partición de las Naciones Unidas dividió el país en dos. En uno, que se convertiría en el Estado de Israel, y que abarcaba el 60% de las mejores tierras cultivables, había 500.000 judíos y 400.000 palestinos. En el 40% restante, que nunca llegó a convertirse en Estado, y que hoy forma parte de Israel, había 800.000 palestinos y 100.000 judíos.
El mapa resultante es un notable ejercicio de topología en que ambos países aparecen superpuestos, con pasadizos y corredores para comunicar regiones separadas. Lo que no dice el mapa es que la mitad de las tierras de propiedad palestina caían bajo jurisdicción israelí, y que en millares de casos la aldea árabe quedaba separada de las tierras que cultivaban sus habitantes.
El 29 de noviembre de 1947, por una mayoría de dos tercios que encabezaban los Estados Unidos y la Unión Soviética, la Asamblea de la UN aprobó el Plan de Partición y desencadenó la desgracia del pueblo palestino, el genocidio, el éxodo y la guerra.
En la votación los norteamericanos presionaron hasta el límite a los dóciles gobiernos asiáticos y latinoamericanos. Una empresa yanqui compró a la vista de todo el mundo el voto de un país africano. El secretario de Defensa norteamericano James Forrestal, que no era propenso a escandalizarse, pudo escribir: "Los métodos que se han usado en la Asamblea General para presionar y coercionar a otras naciones, bordean el escándalo".
Así nació Israel. Pero la historia no terminaba. Al día siguiente de la votación, el sionismo lanzó todo el peso del terror para despojar a los árabes del territorio que le había dejado el Plan de Partición.