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sábado, 25 de agosto de 2012

Especial: Los aportes del Musulmán en Argentina y en Latinoamérica -parte 1


Habiendo reflexionado anteriormente sobre la honda raigambre arábiga que se estableció en la península ibérica, junto con los aportes de los árabes en la cultura castellana, es importante contemplar la influencia de esta rica cultura en las milenarias de América. 
Si bien esta influencia se extendió a gran parte del continente, se ha destacado, quizá, cuantitativa y cualitativamente en Argentina, influyendo en otros países limítrofes.

Contacto con lo gauchesco

Un interesante artículo escrito por Gil Benumeya, titulado “Arabes e hijos de árabes en Hispanoamérica” nos muestra aspectos novedosos respecto a paralelismos entre la figura del beduino y del gaucho, por ejemplo, en nuestra tierra argentina.

Recordemos cómo los árabes, en sus casi ocho siglos de permanencia en España, se sintieron subyugados, en forma particular, por la tierra y cultura de Andalucía, a la vez que se identificaron con sus paisajes y costumbres. 
Destaca, asimismo, el autor citado que, de los diversos pueblos arábigos que intervinieron en la conquista de España, los beduinos nómades se distinguieron por la cantidad de personas que llevaron y, además, por constituir la mayoría de habitantes de la península arábiga. Estos seres viven en un desierto hostil, seco y de clima muy riguroso que templa el carácter del hombre con una vida sacrificada. Por eso el autor compara a este ser errante, pero con un espíritu profundamente religioso y pensante, con el gaucho de nuestro país, perseguido y marginado de la sociedad. Los poetas del desierto describían sus campamentos, los camellos, los combates que sostenían, pero también el amor, de un modo objetivo, no dejándose llevar por espejismos ni exagerada fantasía. Se esmeraban, eso sí, en comparar diestramente las cosas reales con otras. En lo que respecta a su religión, la practicaron con austeridad y ascetismo, semejándose a los antiguos anacoretas del desierto.

Más adelante, el autor muestra cómo los inmigrantes llegados a estas tierras “adquieren sus relieves más perfectos” ya que, al identificarse con algunos paisajes duros, semejantes a los suyos, creaban una especie de beduinismo criollo. 
“Esto ocurrió -enfatiza Benumeya-, sobre todo, con los gauchos de la pampa argentina, respecto a los cuales un intelectual argentino, el señor Torres López, ha profundizado el tema de sus paralelismos con los beduinos de la antigua caballeresca Arabia”. Compara, así, a Antarat Ibn Xadad con Martín Fierro, a la vez que destaca en Hatim Tai, lo mismo que en Güemes, su honor, lealtad y hospitalidad. Pero también coloca en su lista comparativa a muchos otros personajes árabes y criollos, entre ellos a personajes de la picaresca, como Pedro Urdimales.

Todo esto se potencia porque se encuentran en un ámbito en el que se habla el español o, incluso, el portugués, muy alejado de la realidad del inglés.

Árabes emigrados a América

Ubica el comienzo de la emigración hacia 1860, con viajeros que provenían de Siria, las costas del Líbano y de Palestina. La política de los últimos soberanos del imperio turco, que había emprendido una turquización forzada, estimuló a los habitantes de aquellas regiones sedentarias a buscar un lugar en el cual pudieran ejercer su ancestral libertad, tan valorada por ellos. Pero, asimismo, porque a raíz de ello estaban sumidos en la miseria.

Lo que comenzó, en un principio, con los habitantes de tierras inhóspitas, luego se fue extendiendo a gente de diversas regiones de la península arábiga. Muchos se radicaron en Norteamérica, por la prodigalidad que prometía; sin embargo, poco a poco fueron prefiriendo los países de habla hispana o portuguesa, pues se sentían más identificados con su forma de hablar, de ser y pensar. Todo esto se acentuó luego de la Primera Guerra Mundial puesto que sus países habían sido repartidos entre las grandes potencias.

Al llegar a sus nuevos destinos, se vincularon enseguida con sus compatriotas y dieron origen a organizaciones sociales, aunándose entre ellos con el objeto de paliar la situación de desarraigo, tratando de conservar vivas la memoria del terruño y sus tradiciones.

Sin embargo, a la vez se fueron vinculando con los nativos, haciendo propias sus costumbres y tradiciones y creando una hermandad solidaria con ellos. Originaron, entonces, asociaciones barriales, periódicos, escuelas, reuniéndose, de vez en cuando, en congresos y actividades culturales.
De este modo, participaban de su movimiento social y de celebraciones patrias, motivo por el cual fueron incluidos por los lugareños con mucho cariño.



Lo que se destacó, entre las actividades que emprendieron en esos países, fue su consagración al comercio, en el que se distinguieron, lo mismo que por su trabajo sacrificado. Sin embargo, si bien la mayoría quizá se empeñó en lo comercial, sobresalieron, además, en puestos prominentes de bancos, mas también en la gestión estatal, del poder ejecutivo, legislativo o judicial.

Siempre se integraron a las actividades culturales e intelectuales, mostrando su interés y su competencia al respecto. 
Exhibieron, así, sus raíces que se remontan a los fenicios, inventores del alfabeto silábico y de la navegación mercantil. 

Por Paco Fernández
Fuente El Tribuno
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