Yo pienso que no es casual que yo haya descubierto la clave de mi trabajo, de este último trabajo de los tres tomos de Memoria del Fuego a la vez en un testimonio indígena y en un testimonio negro.
O sea, que he encontrado que la explicación de lo que estaba haciendo, verdad, no estaba en los tratados de literatura que me he leído, en los sesudos trabajos de los eruditos en las artes de escribir, que lo encontrará en dos cosas ignoradas, pero que claro son ignoradas porque no corresponden a culturas despreciadas, que son sin embargo tan elocuentes, tan ordenadas.
Primero, esta cosa negra de las Dos Memorias. Son uno de los aportes culturales que no sabemos que existe pero existen. Fueron traídos aquí como ganados o como uno esclavos.
Fueron solamente brazos negros, pero no eran solamente brazos negros, tenían también su propia cultura, su propia lengua, su propio Dios y sus propias maneras de amar y de odiar y soñar, y entre otras cosas, creían los negros que llegaron de la costa occidental del África a países como Cuba o Brasil, creían que cada uno de nosotros tiene dos memorias y que hay una memoria, la memoria individual, que está condenada a muerte como está condenada a muerte la cara que llevamos en el mundo, la cabeza que usamos en el mundo, que va ser mordida por los dientes implacables del tiempo y la pasión, y que terminará hecha polvo.
Y que hay otra memoria invulnerable, invencible, que es la memoria colectiva, y cuando yo estaba escribiendo la Memoria de Fuego y buscaba alguna explicación de lo que hacía, supe que esto era así, descubrí que en el fondo lo que yo estaba haciendo era tratar de recuperar para todos y no sólo para mí, una memoria colectiva que me permitiera sobrevivir más allá de mi propia pequeña, insignificante muerte.
Y también sobre el hecho mismo de escribir, fue muy revelador una vez que estaba en la biblioteca de Madrid y llevaba como 8 ó 9 horas sentado en la silla, porque Memoria del Fuego fue una alegría de la mano pero también un tormento del culo. Horas de horas leyendo un libro imposible de ver. En un libro de aquellos que solamente yo tengo la paciencia de leer.
De un cura que escribió a principios del siglo 20, o sea por 1908 ó 1910. Un cura boliviano que estuvo viviendo con unos indios Guaraníes que habían llegado al sur de Bolivia en busca del paraíso terrenal. Y a mí me interesa mucho la experiencia de los Guaraníes como indios itinerantes en busca del paraíso.
Los nómades perseguidores del mundo sin muerte porque en definitiva yo pienso que todos nosotros somos perseguidores del paraíso. Queremos bajar el cielo a la tierra, y a veces nos apuramos un poquito en eso y nos equivocamos, cometemos errores. Pero... son buenos errores. Y son errores, que se cometen mientras uno anda buscando el paraíso en la tierra como los guaraníes.
Me parecía que ellos eran como una especie de metáfora de todo lo demás. Fue por eso que me quedé tantas horas leyendo aquel libro y bien sentado aburridísimo, y hay gente que aburre lo que toca yo no entiendo cómo se puede hablar de esos temas tan bellos y que el resultado sea tan aburrido. Curiosa alquimia al revés. Pero al final, como una recompensa encontré lo que buscaba sin saber qué buscaba.
Un vocabulario de estos indios, los indios Chirihuanos, que son Guaraníes establecidos en Bolivia, perseguidores del paraíso, que llegaron a las espaldas del imperio de los Incas mucho antes que los españoles. Y en ese vocabulario había una pequeña historia, reveladora de todo, pero sobre todo, reveladora de la responsabilidad del oficio de escribir.
A principios del siglo XVIII, habían llegado unos curas franciscanos y esos curas franciscanos traían en las alforjas libros. Como los indios Chirihuanos nunca habían visto libros, no sabían lo que era el papel, porque nunca lo habían visto y no tenían palabra para llamarlo. Porque uno sólo tiene palabras para llamar lo que conoce o lo que necesita.
Y ellos no sabían que el papel existía, ni sabían que podían necesitarlo, y cuando preguntaron a los curas qué era eso los curas les dijeron que era una cosa que servía para enviar mensajes a los amigos que están lejos. Y cuando los indios supieron que el papel era una cosa que servía para enviar mensajes a los amigos que están lejos decidieron llamarlo "Piel de Dios".
Y ese es el nombre del papel que tienen en lengua chirihuana, "Piel de Dios", y cuando yo lo supe descubrí que en el fondo lo que uno viene haciendo es eso. Mandar mensajes a los amigos que están lejos o a los amigos que aún no se conoce, millones y millones de amigos que uno no conoce pero que se hacen amigos a través de esa suerte de abrazo que es la ceremonia de la lectura y que eso era al mismo tiempo mi alegría y mi responsabilidad.".